La evolución de las técnicas y procesos de impresión y las necesidades del mercado han hecho que el papel del impresor haya tenido que adaptarse a nuevas exigencias. Podríamos resumirlo diciendo que hemos pasado de “manchar papel” a vestir productos.
No hace tanto tiempo que nuestros clientes venían con encargos o con ideas que buscaban casi únicamente plasmar la marca de una forma correcta y poner los datos necesarios para cumplir con la legislación del momento. En estos momentos, sin embargo, no concebimos una etiqueta de vino en la que un equipo de diseño no haya dedicado un tiempo a desarrollar un concepto que se plasma en diseños que pasan por el departamento de marketing de la bodega, que se testan, que se imprimen bocetos y pruebas sobre la botella... en fin, un complejo proceso que busca transmitir el alma del vino y el espíritu del bodeguero; además de vestir la botella de forma que no desmerezca en la mesa ni con la vajilla, ni con el mantel ni con la presentación de la comida que se va a servir.